TU IMAGEN EN MI ESPEJO By Schulamith C. Halevy Translated by Manel Frau i Cortes Cual virgen que se acerca a un extraño con quien la han desposado dubitante me acerqué a ti trepidante expectación, rezando que talvez, como en antiguas leyendas, nos hubiéramos conocido en anteriores vidas. Pues no miran al futuro las almas separadas por largo tiempo, sino al pasado. Nuestras miradas se cruzaron y de repente lo supimos. Cómo olvidarlo! Seiscientos años atrás nos había mecido, juntos, el dorado sol de Sefarad. Cantábamos los mismos romances, compartíamos el mismo vino en el esplendor de Granada. Cuan apaciblemente navegábamos por aquel sueño de armonía y cultura compartida, de humano paraíso. Entonces se desató la tempestad. Sorprendidos y confusos, corrimos, y en nuestra huída, nuestras manos se separaron. Torrenciales olas de gentes y sucesos nos barrieron. Uno al otro, nos perdimos hace quinientos años. Un paso más allá mi pie aún inseguro en la arena aún húmeda y blanda por el fluír de la marea. ¿Cómo osaré mirar? Sin saber aún cuánto falta por reconocer en este naufragio, ni como atravesar medio milenio. Mas a pesar de nuestras raíces en tierra firme, aún podíamos oír el lamento de nuestras almas, ajenas al tiempo y al espacio. Se abrazaban en un vuelo de fantasía. Elevándonos por encima de iras y temores, de muros y distancias creadas por quinientos años, revoloteamos por nuevos parajes de vidas que podríamos haber vivido, de gentes que podríamos haber sido. LLoramos nuestras respectivas desdichas llevamos flores a los campos de nuestra niñez. Cuando llego la hora de irme, descubrí que tú habías pulido mi espíritu cual brillante gema. Y brillabas en cada una de sus miles de facetas, tan lejos como alcanzaba mi Ancestral memoria. Cuando llego la hora de irme, aún no había aprendido cómo agradecerte todas esas nuevas vidas, todo el gozo y el dolor que me brindó tu valiente viaje, que aún me mantiene hasta reencontrarte. Mil novecientos noventa y tres, quinientos un años ¿Dónde estás ahora? ¿Qué nuevas estaciones atravesó tu solitario pelegrinaje? ¿Hallaste remendo a tu corazón? Recuerdo el desgarrador sonido, cuando rebosó tu corazón en el camposanto. Grande y tierno, ¿quedó en él lugar para mí para continuar conmigo mi andadura? (No pude escuchar tu respuesta a mi ruego). Quinientos un años, ¿te quedan fuerzas? ¿Aún caminas junto a tu alma? ¿Viajas en tu vigilia o en tu sueño? Porque nuestro espíritu, lo sabes, jamás sentará raíces. Quinientos un años. ¿Buscas aún mi imagen en tu espejo?